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Mayo, 2024.

“23Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada. 24De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. 25Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo. 26Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. 27Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos”. Gálatas3: 23-27.

 

Pablo nos afirma en la conclusión del mes pasado de nuestro estudio que: ‘Todos somos hijos de Dios si tenemos fe en Jesucristo’. Eso es paz. Antes de seguir aclaremos la palabra ayo. Un Ayo era un esclavo cuya responsabilidad era la de educar a los hijos de su amo hasta que el niño/a llegaran a ser mayores de edad.

 

Pablo usa el título de esta profesión para ilustrar que las leyes son las que nos enseñan a buscar el camino de lograr la fe en Jesucristo. Al vivir nos damos cuentas de que no podemos cumplir con todas las leyes debido a nuestras tentaciones y pecados y por lo tanto nos entregamos a las promesas que nos hizo Jesús para nuestra salvación como recompensa al cumplir con las leyes. Esa es la lección.

 

Pero, como vimos el mes pasado, para eso debemos tener a Jesucristo completamente en nuestro interior todo el tiempo y eso es lo que nos da fe en Jesucristo. Ya no importa que seamos tentados por el mundo, tenemos la fe en Jesucristo que nos limpia de todos los posibles pecados; sí, verdaderamente nos arrepentimos al cometerlos y lo sentimos en nuestro interior. Esto implica rendirse completamente a querer cumplir con Dios.

 

Calificamos ahora como hijos de Dios y el requisito es de estar enamorados de Jesucristo y, por lo tanto, llevarlo en nuestros corazones todo el tiempo. Esta es la definición de estar bautizados en Cristo, la acción de llevarlo dentro de nosotros todo el tiempo. Es diferente a ser bautizado por una iglesia en particular que reclama que usted pertenece al rebaño de esa iglesia en particular en Cristo. Su bautismo en una iglesia anuncia que usted pertenece a las enseñanzas de esa iglesia. No le garantiza que usted podrá llevar a Jesucristo en su corazón, eso depende totalmente de usted. La salvación no viene por pertenecer a una iglesia, viene por la fe que usted lleva en su corazón.

 

En Juan 6 Jesús enseña:

“63El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo he hablado son espíritu y son vida. 64Pero hay algunos de vosotros que no creen…65Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre”. Juan 6:63-65.

 

Ahora, no se pierdan en que hay que tener superpoderes para que el Padre le otorgue dicha bendición de “llegar al Cristo”, solo tienen que pedirlo de todo corazón. Nadie lo puede hacer por ustedes. Este acto de creer con fe es espiritual propio de la persona, tal como lo dijo Jesús. Cuando esto sucede es debido a que el Espíritu Santo llega a usted, no usted al Espíritu Santo, al usted querer llegar a Cristo. Al Jesús preguntarles a los discípulos si querían irse de su lado, Pedro le contesta:

 

“68Le respondió Simón Pedro: Señor, “¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. 69Y nosotros hemos creído y conocemos que Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.” Juan 6:68-69.

 

Ellos ya vivían con el Espíritu Santo dentro de ellos. Cuando esta fe inicia en ustedes, no hay posibilidad de detener su desarrollo. Usted experimenta vida nueva, esto es lo que los apóstoles habían realizado y lo que comunica Pedro a Jesús. Ya Jesús había iniciado su vida dentro de aquellos que creían en Él. Pero, algunos dirán que esto es mucho trabajo, no lo fue para Jesús. En varias ocasiones Jesús informa que su tiempo no había llegado aún: Juan 2:4; 7:6-7. Jesús también declaró “ha llegado la hora” para Él, cuando era el momento preciso, Juan 12:23. Muchos estudios se han hecho con relación al motivo de dichas declaraciones.

 

Lo único que quiero ilustrar por el momento es que aún para Jesús, hubo un tiempo adecuado para que ciertas cosas debieran pasar. Lo mismo pasa con nosotros. El Espíritu Santo sabrá cuando llegar a nosotros según nuestra entrega, el trabajo no es todo nuestro.

Basta con leer Eclesiastés 3:1-14 ‘todas las cosas bajo el sol tienen su tiempo’. Lo más importante en esperar es hacerlo con las personas que quieren vivir lo mismo que usted. Así, estaremos en un ambiente progresivo para crecer en Jesucristo y esto nos facilita la meta que queremos lograr. Cuando queremos crecer a ser más positivo hacia la vida, pero tenemos interrupciones debido a las circunstancias de lo cotidiano, es difícil progresar acompañado de los que no desean lo mismo que usted. En los tiempos de Jesús las leyes no permitían estar de acuerdo con Jesús. Jesús insistía en descartar al cuerpo (temporal) y elevar al Espíritu (infinito) como lo valioso porque el cuerpo se descompone y muere, pero el espíritu crece en santidad si usted busca a Dios.

 

El seguir a Jesús requiere consistencia en su meta hasta el punto donde las interrupciones mundanas le causen molestia a su consciencia y ese estado nos hace sentir culpabilidad al no poder progresar. Se puede decir que la consciencia es un conocimiento espontáneo que enseña que nos estamos desviando de nuestra meta y nos corregimos inmediatamente para seguir en lo deseado. Sin consciencia no podemos evaluar, sin consciencia no podemos humillarnos y sin consciencia no podemos arrepentirnos para desear cambiar nuestra conducta. Sin un “nacer de nuevo” es imposible seguir el camino, eso nos enseñó Jesús.

Por este propósito Jesús nos introduce a los siete “Yo soy” de su evangelio, para darnos más conocimiento de cómo vamos a cambiar al seguirlo.

 

Yo soy el pan, la luz, el buen pastor, la puerta, la resurrección, el camino-verdad-vida, y la vid verdadera.

 

En cada una de estas declaraciones Jesús niega la validez de la cultura religiosa del pueblo y la remplaza con la validez de Su Persona como el enviado de su Padre, Dios. Una y otra vez Jesús declara las creencias de la cultura como un provecho material y no espiritual lo cual solo su Padre le da a Jesús, para que Jesús pueda darle salvación espiritual al pueblo. En este proceso, Jesús contradice las creencias sobre Moisés y Abraham y esto no va bien con el pueblo que, a pesar de los milagros, lo ven como un simple hombre, profeta u otro título, pero no como el enviado por Dios.

 

En Juan 6, Jesús alimenta a más de cinco mil personas con unos de sus más destacados milagros. Al día siguiente, la multitud que vivó dicha experiencia lo busca y Jesús le dice que ‘lo buscan por lo material (el pan) no por lo espiritual (creer en Él, el mensajero que Dios envió)’, versículos 26, 27 y 29. Jesús otra vez corrige la cultura del pueblo al negar el pan de Moisés como el verdadero pan del cielo (este pan solo alimentó lo físico) ahora, el verdadero pan (desciende del cielo para dar vida espiritual) y dice “Yo soy el pan de vida”, en el versículo 35. Juan 6: 22-35, 48.

 

Pero, Jesús no pierde tiempo en decirles que Él sabe que ellos no creen en Él. Jesús entró en sus consciencias al dejarles saber dónde estaba la fe de ellos. Por eso los empuja a delatarse al comunicarles que ‘tenían que consumir su cuerpo en su totalidad, para obtener el pan de vida, Juan 6:53-58.

 

El resultado fue el versículo 66 cuando muchos discípulos dejaron de seguirlo. En el versículo 70 le deja saber a Pedro que al leer la consciencia de los discípulos y apóstoles Él sabía que se encontraba un traidor, el Judas, que eventualmente lo entregaría para su muerte. Esto, para dejarle saber que no era cosa de cantidad de gente lo que le interesaba, sino más bien, la calidad de creyentes.

El mes que viene continuaremos con los siete ‘Yo Soy’ de Jesús, y nuestra relación con ellos, veremos más del poder de Jesús analizar nuestra consciencia y porque nuestro arrepentimiento es tan importante en el cristianismo. Por ahora, tienen tres capítulos enteros por repasar, uan 5, 6, y 7. Que estén bien en Dios.

Abril, 2024.

Jesús declaró que tenemos que consumir su cuerpo y su sangre para tener vida terna. Consumir su cuerpo requiere absorberlo completamente para que Él pueda vivir dentro de nosotros, Juan 6:53-59.

A esto se refería Jesús, a llenarnos completamente de Él todo el tiempo. No solamente para creer en Él, sino también para comportarnos como Él. Luego, al despedirse de los apóstoles, antes de ser crucificado, les aconseja que siempre oren y den gracias antes de cenar como un recordatorio por la entrega de su vida en la cruz, Lucas 22:19-20.

Del mismo modo, la existencia de Jesucristo alimentando nuestra fe en sus promesas es el requisito para obtener una vida espiritual eterna. Ambas peticiones tienen que ver con alimentarnos porque el alimento es una cosa que buscamos diariamente para poder existir. Esto quedó claro entre Dios y Adán en el paraíso. El castigo de Adán fue tener que trabajar para comer y comer para existir.

Esta acción, de estar lleno de Jesucristo, no se puede llevar a cabo todo el tiempo del día solo por decirlo. Entonces, ¿cómo es que logramos mantener dicho enfoque de llevar las palabras de Jesús todo el tiempo en nuestro corazón? Tener a Jesús presente en cada cosa que pasemos durante el día, pensando en Él en cada acción que tomemos y pensando en Él en cada deseo que se nos ocurra, es fácil de decir, pero difícil de lograr. Es difícil porque no encontramos la motivación para hacerlo todo el día.  

Noten que cuando nos enamoramos de otra persona, la acción de siempre estar concentrado en dicha persona nos acompaña casi todo el día. La acción o pensamiento es automática, no lo meditamos, ni la controlamos, simplemente pasa. Nos ocupa, nos preocupa y nos intriga saber de esa persona. Pero, más importante, nos gusta, nos hace sentir feliz de meditar en él o en ella la mayoría del tiempo.

Lo mismo tiene que suceder con Jesucristo. Nos tenemos que enamorar de la presencia de nuestro salvador internamente. Para una pareja es simple, deseamos física y mentalmente a esa persona a nuestro lado porque nos gusta. Lo mismo se tiene que sentir con Jesucristo. Nos tiene que gustar desarrollarnos en el cristianismo o sea en lo que Jesús dice lo que Él es y lo que Él representa para nosotros. Al creer y desear sus promesas, desarrollamos fe en sus palabras y la fe nos da una seguridad que nos agrada, especialmente en la incertidumbre con la que vivimos en el mundo de hoy.

Además, sus promesas nos dan una paz que nos ayuda a valorar lo importante de nuestras vidas, nos da un propósito para vivir: El sentir la capacidad de desarrollarnos espiritualmente en este mundo. El ingrediente básico de alimentarse con Jesucristo es el amor. El amor es más espiritual que físico. Mientras más ejercemos el amor que Jesús nos describe en Juan hacia su Padre, en la conducta de nuestras vidas, más nos enamoramos de Jesucristo y su desarrollo hacia nosotros. Eventualmente, ese amor por Jesucristo nos llevará a la altura de agradecer, amar y adorar su persona en nuestras vidas. Agradecer, amar y adorar son los requisitos para obedecer a Dios. Al alimentarnos con la presencia de Jesucristo en nuestros corazones se nos hace más fácil desear cumplir con obedecer a Dios. Y al obedecer a Dios se inicia un noviazgo que nos gusta más según crece porque lo identificamos con nuestro propósito de existir.

Habrá acciones que nos dejarán muy agradecidos porque al no poder solucionar algunos problemas solos, encontramos que fueron resueltos al orar en esas situaciones y encontrar soluciones y alivio a través de la oración. También, el agradecer a una persona por lo que hace por nosotros, sin esperar recompensa, nos lleva a amarlos. Por eso tenemos que amar al prójimo para tener más de estas personas que nos ayuden en nuestro camino. Finalmente, cuando le damos el respeto a Jesucristo de realizar milagros en nuestras vidas conocemos su divinidad y por lo tanto lo adoramos como tal.

 

Ya sabemos algunos de los atributos que Jesús hizo por nosotros y que estos son más que suficientes para que Él se merezca nuestra devoción.

*Abandonó todo su reinado en los cielos para obedecer el abuso que vivió en la tierra para librarnos de pagar ese castigo.

*Además del abuso, dio su vida por nosotros en la cruz para pagar por nuestros pecados.

*Se separó de su Padre por primera vez y sufrió ese castigo para poder perdonar todos los pecados de la humanidad: pasado, presente y futuro.

*Resucitó para mostrar su poder sobre la muerte y ofrecernos vida eterna.

*Será nuestro abogado en nuestro juicio final, al nosotros ser juzgado para nueva vida.

*Trabaja hoy creando nuestras moradas para recibirnos en el cielo.

Usted dirá, “Jesucristo no ha hecho esto por mí, o por lo menos yo no me siento así”. Sentirlo implica creer que Él ya lo hizo. Creer implica fe y la fe se desarrolla con cada contratiempo que vivimos y reconocemos que solo lo superamos porque oramos para resolverlo después de tratar todos los recursos a nuestra disposición sin obtener un resultado de alivio. Pero, si desarrollamos fe y pedimos, entonces realizamos que Jesucristo ha estado con nosotros, que está con nosotros y que Él nos escucha y nos escuchará siempre. Saber que Él nos resuelve todas nuestras necesidades incrementa nuestra fe.

¿El agradecer, amar y adorar es una opción o una obligación? En Deuteronomio 6:5 Moisés lo dijo al pueblo judío, por primera vez antes de entrar en la tierra prometida, años antes de nacer Jesús. Esto le advierte Moisés se ha de cumplir “para que tus días sean prolongados y para que te vaya bien en la tierra…”  Deuteronomio 6:2-3.

En Mateo 22:37 Jesús se lo repite:

“37Jesús le dijo: Amarás al señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

En años pasados estudiamos la paz enfocada bíblicamente. Brevemente, la paz con Dios es tener fe en su Hijo Jesucristo, la paz de Dios al amar a Dios al obedecer sus mandamientos al amarlo con todo el corazón alma y mente. Más adelante Jesús nos dijo que nos daba su paz:

 

“27La paz os dejo, mi paz os doy; yo no la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”. Juan 14:27.

 

Pero, también añadió:

“5Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”. Juan 15:5.

 

Veamos ahora el resumen. El agradecer, amar y adorar a Dios es una obligación que nos enamora porque logramos una paz que tanto deseamos para poder vivir tranquilo en este mundo. Trátelo y lo vera. Jesús nos dice que su paz es diferente a la paz del mundo porque la paz del mundo no es permanente y es frágil. Dura poco antes de que se presente un nuevo problema y es frágil porque a penas nos satisface. La paz que deseaba el pueblo al Jesús mostrarles sus enseñanzas era la liberación del imperio romano la cual se lograría con la llegada del mesías. Al Jesús comunicarles, que esa no era su misión, lo rechazaron. Al no ser la liberación del pueblo su misión, entonces no podía ser ni el Hijo de Dios, ni quebrantar costumbres, ahora convertidas en leyes, como trabajar en el día del reposo.

 

Este rechazo nos abre las puertas a toda la humanidad, no solo al pueblo judío. Aquí tenemos entrada a la salvación, pero también tenemos las obligaciones anteriormente mencionadas. El agradecer, amar y adorar a Dios no es una dedicación fácil, pero si vale toda la seguridad, la paz y el inicio del desarrollo espiritual que eventualmente disfrutaremos en el cielo. Se inicia hablando con Dios, se fortalece leyendo las promesas de Dios y se madura al obedecer espiritualmente con la compañía del Espíritu Santo al darnos tranquilidad independientemente de los problemas mundanos.

 

“7Pedid y os dará, buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá, 8Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca halla; y el que llama, se le abrirá”. Mateo7:7-8.

 

Las lecturas de este mes son muchas, pero más importante de repasarlas es que hagan la pregunta, ¿dónde estoy yo espiritualmente en lo comunicado por Jesús? O, como iniciamos analizando este mes, ¿cómo caminamos el camino de Jesucristo?     

Marzo, 2024.

Vimos la posición de Jesús y la posición del pueblo. Jesús da información sobre sí mismo, pero no se impone, tampoco afecta el espíritu de todos los oyentes, capítulos 3 y 4 de Juan. Pero, al leer sobre la mujer Samaritana en el capítulo cuatro de Juan y el méndigo del estanque de Betesda, en el capítulo cinco, encontramos a Jesús imponiendo su santidad espiritual sobre estas dos personas. A la mujer le dice que busque a su marido y al hombre le advierte que no peque más.

 

Nosotros leímos los diálogos de estos dos personajes, pero ellos sintieron algo en su espíritu que los hizo realizar que la voz no era de un hombre cualquiera. Al realizar que Jesús les tocó lo más íntimo de su vida, ella le creyó, 4:39, pero el hombre, aunque recibió el mismo trato, no le creyó, 5:15-16, porque sabía que solo quería obtener limosnas. Con la mujer, Jesús logra salvar al pueblo donde ella vivía, 4:41-42; y con el hombre logra prender la llama del fuego que inicia el desacuerdo con el pueblo sobre lo que Jesús quería imponer: que Jesús era y es el Hijo de Dios. Jesús se refiere a Dios como a su Padre, y que el sábado se estableció para el beneficio del hombre descansar; no sacrificar al hombre para el beneficio del sábado, 5:18. Se le daba más importancia en seguir la ley, que a las necesidades del hombre.

 

En Juan 5:22 Jesús dice que juzgará a todos los desobedientes, Jesús declara tener potestad de juzgar al hombre en la tierra, como muestra de que Dios envió al Hijo a hacer todo lo que aprendió del Padre, y por eso, hay que creer en el Hijo. Este versículo se debe de leer junto con 6:37-40. No es una contradicción. Lo que Jesús agrega en Juan 6:37-40, es que la obra de juzgar se hará junto, Padre e Hijo, después de nuestra muerte. Después de la resurrección, Jesucristo nos defenderá, al haber creído en Él, no nos juzgará y el Padre tampoco, al vernos limpios con la sangre de su Hijo, nos dará entrada al cielo. La acción se hace con los dos juntos.

 

En 5:23 Jesús declara las razones porqué creer en Él y en Dios. Aquí se magnifica el mayor desacuerdo entre Jesús y el pueblo. A partir del versículo 23 hasta el 47, Jesús nos muestra por qué tenemos que creer en Él. En el versículo 39 hace uso de su argumento circulatorio de que el pueblo trata de buscar salvación en las escrituras, o sea, las leyes que el pueblo continuamente trata de imponer, buscando salvación. Pero, advierte que todas esas escrituras solo sirven para certificar lo que Él les dice, porque todas las escrituras desde Moisés hasta su llegada, dice lo que Jesús le acaba de decir: la salvación depende de la fe en Él, el Hijo de Dios. La certificación de Jesús es de Dios, no de otros hombres.

 

Se pueden imaginar lo sorprendente y escandalosa que cayeron estas palabras en los oídos del pueblo. Toda la honra que ellos le daban a los mayores lideres de su civilización la reclamaba Jesús para sí mismo. Jesús no pierde la oportunidad de mostrar el poder de Dios. La gente que escuchó sus palabras lo siguieron mientras Él iba curando a los enfermos, 6:2. Jesús hace entender a sus discípulos que nada físico podían ellos hacer para alimentar a la multitud que los acompañaba porque no tenían la capacidad de hacerlo, 6:5-6. Es entonces cuando usa sus poderes para alimentar a más de cinco mil hombres, sin contar a los niños y las mujeres que acompañaban a los hombres, 6:10.

 

En Éxodos 4, Moisés le pregunta a Dios con que autoridad el pueblo creería en él ser el enviado por Dios. Dios le da la capacidad a Moisés de producir diez plagas para que el faraón de Egipto liberara a su pueblo, Éxodos, capítulos 7 y 11. Igualmente, Jesús cura un gran número de enfermos y alimenta a miles de personas dejando sin duda alguna establecido ser el Hijo de Dios, Juan 6. Ambos mostraron tener control sobre la naturaleza y ambos fueron desencantados por el mismo pueblo. Moisés encuentra al pueblo adorando a un dios creados por el pueblo, al regresar con los diez mandamientos, y Jesús es seguido por la multitud no por creer en Él, sino por la comida con que los había alimentado, Juan 6:26. En ambos casos, el pueblo dudo y Jesús no tarda en hacerle la comparación.

 

Esta similitud entre los dos eventos no es coincidencia, Jesús sabía cómo iban a comportarse a pesar de las señales que mostró. Jesús quería mostrar que los mandamientos y la cultura que ahora el pueblo deseaba defender con capa y espada había sido violada y desobedecido con anterioridad al Moisés tardar en bajar del monte Sinaí, Éxodos 32. Ahora, rechazan a Jesús, a pesar de sus milagros y repetir de nuevo su falta de fe como lo hicieron con Moisés: Juan 6:27. Pero, Jesús no pierde la oportunidad de empujar su misión más allá y le añade que Él es “el pan de la vida” (recordando el Maná del desierto con Moisés) que quita el hambre y la sed por siempre (Juan6: 35) y le agrega más al separar finalmente a los que estaban espiritualmente preparados para aceptarlo por lo que Jesús predicaba:

 

“54El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”. Juan 6:54.

Jesús termina la comparación de la desobediencia que el pueblo mostró con Moisés y la suya dándole a entender que sus enseñanzas solo se podían entender si tenían capacidad espiritual porque le hablaba de vida eterna. Para esto se tenía que nacer de nuevo. La nueva vida requiere consumir a Jesús completamente y utilizó como ejemplo su cuerpo y sangre, símbolo de su totalidad lo cual incluye sus mensajes.

 

“63El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo he hablado son espíritu y son vida. 64Pero hay algunos de vosotros que no creen. 65Y dijo: Porque os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre”.

 

Aquí se aclara la posición de Jesús, lo que se consume y se bebe, es duradero por poco tiempo. Tendremos hambre y sed eventualmente como pasó en el desierto y después de alimentarlos Jesús. Jesús les aclara que “el espíritu es el que da vida” pero, al consumir a Jesús se adquiere también las palabras espirituales que Él les enseñaba. Al consumirlo en su totalidad desarrollamos fe en sus palabras y así es como debemos de vivir hoy. Este camino es largo y dificultoso, pero nos ofrece al final de nuestras vidas llegar a conocer a nuestro creador y de estar con nuestros seres queridos eternamente.

 

Entonces, ¿Cómo caminamos el camino de Jesucristo? Consumiendo con toda nuestra fe la realidad de que Jesucristo es el único Hijo de Dios. Para compartir esta verdad vino Jesús al mundo y por los que creen en Él dio su vida. Mucha lectura para este mes, capítulos de Juan 5 y 6 completos, espero que la lectura los ilumine y la disfruten.

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